Estamos, somos, un ocho de marzo, todos los días no solo el ocho de marzo, vivimos el ocho de marzo, por todas las mujeres, no solo por las del primer mundo, no solo por las jóvenes, no solo por las que trabajan. Reivindicamos un ocho de marzo por todos los derechos.
Queremos un ocho de marzo todos los días, todas las mujeres, todos los derechos.
Es un sueño, quizá una quimera inalcanzable, pero precisamente el hecho de luchar contra molinos de viento, contra gigantes, mirar el camino recorrido, lo que nos impulsa a mirar hacia delante, lo que queda por recorrer también es mucho.
Sin dejar a nadie detrás, si queremos llegar a algún puerto, no abandonaremos ningún barco, y en esta fecha, de infausto recuerdo, aquel día de vendaval y tormenta, aquel cielo oscuro y terriblemente nublado, nos va devolviendo una mañana cada vez más clara, no abandonaremos a nadie, ni en las terribles tempestades, ni en las calmas tropicales.
Todos los derechos, todos, sin conformarnos con uno menos, todas las mujeres, de hoy, de ayer, de mañana, en todos los lugares, han de saber que ser iguales no es una tierra prometida, ni un futuro que nunca llega, la igualdad en derechos y deberes, es la lucha de cada día.
“No tuve elección yo no decidí nada
un día, simplemente apareciste en tu estúpido bote,
tus manos asesinas, tu cuerpo desarticulado, abrupto
como un naufragio.
Flaco hasta las costillas, ojos azules, quemado, sediento, lo normal,
fingiendo ser, ¿qué? ¿Un sobreviviente?
Los que dicen no querer nada
son los que lo quieren todo.
No fue la avaricia lo que me ofendió
fueron las mentiras.
De cualquier manera, te di
los alimentos que pediste para el viaje
que dijiste que planeabas hacer
pero tú no planeabas ningún viaje
y ambos lo sabíamos.
Tú lo habías olvidado
tomaste la decisión correcta.
los árboles se agitan con el viento, comes, descansas,
no piensas en nada,
tu mente, dices, está como tus manos: vacía.
Vacía, no inocente.”
Margaret Atwood. (Circe)